La decisión del Gobierno de avanzar hacia una desregulación que permita la importación de autos 0 km por parte de particulares, y ya no únicamente a través de terminales automotrices radicadas o compañías licenciatarias de concesión oficial para Argentina, es apenas un proyecto, pero ya genera controversias y dudas.
Como punto a favor, puede mencionarse que esta posibilidad habilitará a cualquier particular a comprar el auto que quiera en los países con los que habrá una validación de homologaciones, por la cual si están habilitados para ese mercado, automáticamente quedarán autorizados para circular por Argentina.
Los ejemplos más elocuentes podrían ser los de Tesla y Rolls-Royce, por ser marcas que no tienen representante oficial en Argentina y que, por lo tanto, no pueden vender sus vehículos en este mercado. Sin embargo, ahí se presenta el primer punto crítico. Sturzenegger dijo en su declaración que “vamos a hacer un cambio por el cual autos que están certificados para ser conducidos, por ejemplo, en Estados Unidos o Europa, queden automáticamente certificados para la conducción acá”.
Si bien es cierto que en ambos mercados hay normas más exigentes que en Argentina, y que difícilmente se podría mejorar ese estándar de seguridad o contaminación ambiental con un test local, es injusto que otros mercados muy desarrollados, como los de Japón o Corea, queden afuera de esta medida.
La otra gran ventaja que tiene este esquema de importaciones particulares, es que se podría traer al país un auto comprado en países vecinos con libre comercio, como Chile. En ese caso, el costo de transporte sería muy bajo y el acceso a repuestos también.
Puntos en contra
El primer obstáculo es el costo de esa importación, porque si el auto no viene de un país limítrofe llegará en barco. “No es lo mismo traer un lote que uno solo. El costo del barco es mucho más alto. Pero aun así, todos los trámites que hay que hacer requieren un conocimiento y una logística que llevan tiempo y muchos gastos asociados también. Si bien se supone que la medida vendría acompañada de una simplificación de esos trámites, hay cosas que alguien tiene que verificar, y que un despachante de aduana no tiene el conocimiento para hacerlo adecuadamente”, explicó un importador a Infobae.
“En algunas plantas se producen modelos con distintos estándares de seguridad, por ejemplo. Existe la versión de un mismo auto con dos, cuatro y seis airbags, también puede haber una versión con control de estabilidad (ESP) y otra sin ese sistema que es obligatorio en Argentina. O el mismo modelo fabricado con normas Euro 2, Euro 3, Euro 4, Euro 5 o Euro 6. ¿Quién va a certificar que el auto que se importa cumple con las normas?”, se preguntó.
Después viene la convivencia de ese auto sin un responsable técnico. Los importadores, que todavía no se reunieron con el Gobierno, pero planean hacerlo, aseguran que ninguno de ellos va a dar soporte técnico, garantía o repuestos.
“Hoy existe el régimen de repatriación de autos, por el cual ciudadanos argentinos que vivieron en el exterior y se vuelven, traen su auto. Pero esas personas, si se trata de un auto que no se vende en Argentina, están librados a su suerte. Hay modelos que no sólo tienen repuestos únicos sino herramientas especiales para esas piezas, que son costosas y un importador las trae porque es parte de lo que necesita para dar servicio técnico y garantía a los autos que vende”, explicó un empresario del sector.
Pero los problemas van más allá, todavía. Antes de emitir una póliza a favor de un automóvil, una compañía de seguros evalúa es el costo de los repuestos y la existencia de esas partes. Un auto que no se fabrica, o no se importa a través de una empresa que representa a la marca, no tiene repuestos. Ante un accidente de tránsito, importar esas partes significaría un costo muy alto. Debería declararlo como destrucción total, con lo que representaría reponer ese auto por completo.
