El domingo 30 de octubre de 1983 fue un día inolvidable. En una jornada histórica, 18 millones de personas volvieron a votar en elecciones abiertas después de siete años de dictadura militar. Y, más allá de los resultados la victoria del radical Radical Raúl Alfonsín sobre el justicialista Ítalo Luder, el acontecimiento se vivió como una fiesta, porque marcaba el retorno de la democracia al país.
El presidente electo Alfonsín en algunos fragmentos después de su asunción » Vamos a vivir en libertad. De eso, no quepa duda. Como tampoco debe caber duda de que esa libertad va a servir para construir, para crear, para producir, para trabajar, para reclamar Justicia toda la justicia, la de las leyes comunes y la de las leyes sociales, para sostener ideas, para organizarse en defensa de los intereses y los derechos legítimos del pueblo todo y de cada sector en particular. En suma, para vivir mejor; porque, como dijimos muchas veces desde la tribuna política, los argentinos hemos aprendido, a la luz de las trágicas experiencias de los años recientes, que la democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder, porque con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura».
En otro párrafo, destacó: «Nuestra filosofía se basa en ideas distintas: la seguridad del Estado no puede sostenerse sobre la inseguridad de la comunidad nacional. Nosotros privilegiaremos, por lo tanto, la plena vigencia de los derechos humanos y la necesidad de desmantelar el aparato represivo..»
Y aseguró: » Habrá libertad en la Argentina, y habrá también orden. El orden presupone el rechazo de las violencias particulares, pero no solamente de la violencia terrorista sino también de la violencia que se perpetra sobre el alma de los argentinos para tratar de empujarlos hacia las ideas autocomplacientes y decadentes. El gobierno democrático también impulsará una vigencia efectiva del federalismo constitucional.».