Argentina continúa registrando un descenso histórico en su tasa de natalidad, consolidando una tendencia que se ha acelerado en la última década. Según datos preliminares del Ministerio de Salud de la Nación y el Registro Nacional de las Personas (RENAPER), en 2024 se estima que los nacimientos cayeron un 14,6% respecto a 2023, cuando se registraron 460.902 nacidos vivos. Este nuevo escalón en la disminución, que implica aproximadamente 70.538 bebés menos que el año anterior, marca el nivel más bajo de nacimientos en seis décadas y plantea interrogantes sobre el futuro demográfico y económico del país.
Un descenso pronunciado y sostenido
El declive en los nacimientos no es un fenómeno nuevo, pero su magnitud en 2024 ha generado alarma entre especialistas y autoridades. Entre 2014 y 2023, la tasa de fecundidad global (TGF), que mide el promedio de hijos por mujer, se desplomó de 2,3 a 1,36, un nivel comparable al de países como Suiza (1,39) o Alemania (1,35). En 2024, estimaciones basadas en datos parciales sugieren que la TGF podría haber caído aún más, acercándose a 1,2, según analistas del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC). Este indicador, que se encuentra por debajo de la tasa de reemplazo poblacional (2,1 hijos por mujer), indica que Argentina no está garantizando la estabilidad de su población a largo plazo.
En términos absolutos, el país pasó de 777.012 nacimientos en 2014 a una proyección de alrededor de 390.000 en 2024, lo que representa una caída del 50% en una década. En la Ciudad de Buenos Aires, el descenso es aún más pronunciado: entre 2016 y 2023, los nacimientos se redujeron un 43,54%, y en el primer semestre de 2024, la caída alcanzó el 48,03%, con solo 20.214 actas de nacimiento registradas frente a 39.099 en el mismo período de 2016.
Factores detrás de la caída
Especialistas señalan múltiples causas para este fenómeno, que combina cambios culturales, avances en derechos reproductivos y limitaciones económicas. Rafael Rofman, demógrafo de CIPPEC, destaca que “la caída comenzó en 2014 y se aceleró hasta 2020, pero en los últimos años muestra signos de desaceleración, aunque sigue siendo significativa”. Entre los factores clave se encuentran:
- Reducción de embarazos adolescentes: La tasa de fecundidad adolescente cayó un 66% entre 2014 y 2023, y en 2024 se estima una disminución adicional del 80% entre adolescentes con baja educación. Esto se atribuye a políticas como la Educación Sexual Integral (ESI), el Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA) y la mayor disponibilidad de métodos anticonceptivos, como el implante subdérmico.
- Cambios culturales y autonomía femenina: El auge de los movimientos feministas y la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo en 2020 han transformado las expectativas reproductivas. Según un relevamiento de la consultora Voices de 2023, el 40% de las mujeres jóvenes considera que tener hijos es importante pero no esencial, mientras que el 20% no lo ve como una prioridad. “La autonomía corporal y la desvinculación del rol materno como destino único han cambiado las decisiones reproductivas”, explica Valeria Isla, exdirectora nacional de Salud Sexual y Reproductiva.
- Retraso en la maternidad: La edad promedio de las madres ha aumentado, con la mayoría de los nacimientos ocurriendo ahora entre los 25 y 34 años, en contraste con décadas pasadas, cuando las mujeres de 19 años o menos eran las principales protagonistas. Este retraso, vinculado a mayor acceso a la educación y la inserción laboral, reduce la cantidad de hijos por mujer.
- Limitaciones económicas: La crisis económica, con una inflación acumulada del 289,4% en 2024 y un aumento de la pobreza al 57% según la UCA, ha desincentivado la formación de familias. “La dificultad para encontrar el momento adecuado para tener hijos, en un contexto de inestabilidad económica, es un factor clave”, señala Lorena Bolzon, de la Universidad Austral.
Impactos y oportunidades
El descenso en los nacimientos ha generado un fenómeno conocido como “bono demográfico”, caracterizado por una mayor proporción de población en edad activa frente a una menor cantidad de dependientes (niños y adultos mayores). Este escenario, que alcanzará su pico en la década de 2030, ofrece oportunidades para mejorar la inversión en educación y aumentar la productividad, según expertos de CIPPEC. Sin embargo, también plantea desafíos a largo plazo, como el envejecimiento poblacional y la sostenibilidad de los sistemas previsionales. En 2022, la población mayor de 65 años representaba el 11,9% del total, y se espera que esta proporción crezca en las próximas décadas.
En el ámbito educativo, la caída de nacimientos ya impacta en la matrícula escolar. Desde 2019, se registra una disminución en los niveles inicial y primario, lo que podría facilitar una mayor inversión por alumno, pero también implica el cierre de aulas en algunas regiones. En el sector salud, el descenso ha llevado al cierre de maternidades, como en el Instituto Diagnóstico (IADT) en 2023, debido a la baja rentabilidad de estos servicios.
Voces de preocupación y propuestas
La caída de la natalidad ha generado debate en redes sociales y medios. Usuarios en X, como @NoticieroSenado, expresaron preocupación por las “implicaciones económicas a largo plazo” de la disminución de 70.538 nacimientos en 2023, un dato que se agravó en 2024. Otros, como @VHMok, atribuyen la tendencia a “una inclinación hacia lo individual” en la sociedad. Por su parte, el gobierno de Javier Milei, alineado con movimientos conservadores que promueven las familias numerosas, no ha implementado políticas específicas para revertir esta tendencia, lo que contrasta con países como Francia, que ofrecen licencias parentales extendidas y sistemas de cuidado infantil.
Rafael Rofman sugiere que, en lugar de alarmarse por un posible “despoblamiento”, Argentina debería enfocarse en facilitar la parentalidad para quienes deseen tener hijos, mediante mejores licencias, guarderías gratuitas y educación de calidad. “La población se estabilizará entre 45 y 50 millones en los próximos 50 años. El desafío es aumentar la productividad y el capital humano”, concluye.
Un futuro incierto
El descenso de nacimientos en 2024 consolida a Argentina como uno de los países con menor fecundidad en América Latina, un fenómeno que combina avances en derechos reproductivos con desafíos económicos y culturales. Mientras el país enfrenta esta transición demográfica, la pregunta persiste: ¿cómo equilibrar las oportunidades del bono demográfico con los riesgos de una población que envejece? La respuesta dependerá de las políticas públicas y la capacidad de adaptación de una sociedad en transformación.
