Si bien cada vez es más común escuchar a la gente hablar de cómo son, piensan y sienten las nuevas generaciones, lo cierto es que sólo de manera reciente tenemos datos confiables acerca de cómo son los centennials en Argentina. En efecto, resultados preliminares de un estudio realizado en 2023 por Universidad Argentina de la Empresa (UADE), con más de 1600 participantes de todo el país, revela que los más jóvenes se diferencian de las generaciones previas en toda una serie de actitudes, valores y comportamientos sociales. No obstante, un dato resulta alarmante: sus indicadores de salud mental. Aproximadamente, 1 de cada 3 centennials han recibido un diagnóstico de un padecimiento emocional en Argentina, y, en contraste con otras generaciones, sus niveles de ansiedad y depresión son notablemente altos; no tiene precedentes, así como también reafirma la idea de que son «la generación de cristal», debido a su nivel incrementado de vulnerabilidad psicológica y emocional.
Nacidos entre 1997 y 2012, los centennials son la primera generación en la historia que creció con un smartphone en la mano durante su adolescencia, es decir, durante los años más formativos para la personalidad. Esto es algo que ya marca una diferencia con generaciones previas (por ejemplo, los millennials adoptaron con entusiasmo las nuevas tecnologías, pero ya en la vida adulta). Para el centennial promedio no existe un mundo sin internet, sí uno profundamente interconectado por las redes sociales, al mismo tiempo que la socialización cara a cara empieza a perder terreno, incluso en el mundo del trabajo o académico. Esta tendencia que vemos en el resto del mundo también se confirmó en la población argentina: 12 años es la edad promedio en la que tuvieron acceso por primera vez a un dispositivo inteligente. Adicionalmente, la influencia del individualismo es cada vez más fuerte en esta generación: la mitad se describen como «a-políticos» y más de un 75% refiere que la religión no juega un papel importante en su vida. Muchas de las instituciones tradicionales que daban forma a la identidad y proyecto de vida de las personas no tienen mucho peso en los más jóvenes.
Sus banderas de cambio social se diferencian también de lo previo, desde la lucha por el detener el cambio climático, hasta la aceptación y tolerancia de toda forma de expresión de género y sexual, rompiendo las categorías tradicionales. Un dato llamativo es que aproximadamente un 30% de los centennials en Argentina se consideran parte del colectivo LGBTQ+. Estos son algunos de los hallazgos del estudio que hemos realizado junto a la Lic. Vanesa Fainberg, también del departamento de Psicología de UADE. Los datos obtenidos son muy similares a lo que otros investigadores encuentran en EE. UU., el Reino Unido o Canadá. La sociedad está cambiando, y ese cambio se da al ritmo de las nuevas generaciones.
Uno de los hitos importantes de este estudio realizado en Argentina es que permitió documentar los niveles de ansiedad y depresión en esta nueva generación. Los resultados preliminares son muy alarmantes, y es que utilizando un instrumento estandarizado que busca explorar sintomatología ansioso-depresivo, es decir, la tendencia de las personas a experimentar emociones negativas como miedo, temor, ansiedad, pero también ánimo depresivo y desesperanza, los centennials fueron la generación que reportó mayores síntomas comparados con el resto de las generaciones. Adicionalmente, mirando más de cerca los datos, las mujeres jóvenes demostraron ser las más afectadas, con sintomatología en el rango moderado-severo. Es importante aclarar que no se trataba de una muestra clínica (es decir, pacientes actualmente en tratamiento por un problema de salud mental), sino una muestra de la población general argentina.
Por más alarmante que suene, esto no es ninguna novedad, lo mismo han hallado investigadores como Jean Twenge y Jonathan Haidt en EE.UU., o Bobby Duffy en Europa, declarando una suerte de epidemia de ansiedad y depresión en las nuevas generaciones y convocando a los profesionales de la salud mental, educadores y familias a tomar un rol más activo en esta situación.
Si bien las causas todavía están siendo investigadas (nuevas tendencias culturales, las desventajas de la socialización online, entre otras), un factor contribuyente puede ser algo que los expertos llaman la estrategia de «crecer lento», algo que también se observa en el estudio con población argentina. Esto significa que los adolescentes y jóvenes actuales demoran más en involucrarse en aquellas actividades propias de la adultez: tener su primer trabajo, su primera relación sexual, irse a vivir solos, consumir alcohol y, de manera general, vivir sin ayuda de sus padres. Esta es la consecuencia de estilos de crianza con mucha sobreprotección y supervisión adulta (recordemos que las familias cada vez son más pequeñas en número, lo que hace que cada nuevo integrante reciba mayor atención y recursos).
A esto alude la expresión «generación de cristal». En efecto, exponerse a cualquier forma de adversidad, como pueden ser los obstáculos y desafíos propios de entrar en el mundo de los adultos, abruma por momentos a los centennials porque tienen poca experiencia resolviendo problemas solos. Al mismo tiempo, hay que recordar que los seres humanos crecemos y maduramos básicamente a fuerza de superar estresores y descubrir que somos capaces de mucho más de lo que originalmente pensábamos. Por este motivo, si toda una generación demora tanto en llevar adelante esta transición a la vida independiente y autónoma, no es sorpresa que después las tasas de ansiedad o depresión se eleven de manera desproporcionada. Bajo la mirada de un centennial todo parece «mucho», o siempre está la sensación de que alguien debería ayudarlos. La vida adulta ha dejado de ser un anhelo para convertirse en una amenaza que se mira con pesimismo.
Estudiar la psicología de las nuevas generaciones y sus dificultades puede ser un primer paso para comprender más de cerca sus necesidades y ayudarlos de manera efectiva a crecer, madurar y fortalecerse psicológicamente.
* Patricio López Salazar es el Lic. en Psicología (UBA), profesor adjunto de Psicopatología e investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Disciplinas Proyectuales (INSOD) de Universidad Argentina de la Empresa (UADE).