El desafío de continuar la escuela en casa
Desde hace un tiempo la diversidad se instaló en los discursos pedagógicos como una condición inherente a toda situación de enseñanza-aprendizaje. Con ella hacemos alusión y alojamos, entre otras cuestiones, los diferentes tiempos y estilos de aprendizaje que responden a las historias y experiencias personales, únicas e intransferibles.
Marzo nos sorprendió (o no tanto) con realidades muy diferentes en cada escuela: en cuanto a modos de enseñar, experiencias en educación digital, infraestructura tecnológica y herramientas y recursos de las familias que conforman la comunidad.
A pesar de esta diversidad, tanto a la hora de pensar cómo diseñar estrategias para «enseñar y aprender en la emergencia sanitaria», hubo puntos en común. En todos los escenarios el desafío fue el mismo: que la falta de presencialidad y la imposibilidad de cohabitar el espacio físico del aula (y de la escuela) no fuese obstáculo para seguir aprendiendo.
Se abrió así un punto interesante de reflexión: seguir aprendiendo, ¿qué? ¿qué tipos de aprendizaje debemos priorizar? ¿a qué saberes darle continuidad y de qué modo garantizarlos? .
Este mes de aprendizajes construidos por todos (niños, docentes, equipos directivos, familias) nos deja algunos indicios para responder esos interrogantes.
Creemos que no es tiempo de agobiarnos y engañarnos con metas inalcanzables, ni de pretender mejorar rendimientos académicos. Tampoco es tiempo de actividades que se reciban como «tareas» o deberes» y que se resuelvan solo por el hecho de «tener que cumplir». Menos aún de calificar productos, de «poner nota».
Por el contrario, es tiempo de proponer situaciones desafiantes, que problematicen e inviten a investigar, construir, crear. Nos corresponde mirar hacia afuera con una mirada analítica y crítica. Pero también es momento de mirar hacia adentro, de conectarnos con lo que somos y sentimos y, por qué no, idear el mundo en el que queremos vivir y proyectarnos en él. Es tiempo de tender y consolidar redes, de andamiar(nos), de reforzar vínculos con los niños y sus familias. Período fértil para experimentar, desarrollar y nutrir las habilidades que nos permiten vivir y relacionarnos en un mundo en constante cambio.
La empatía, la resiliencia, el trabajo en equipo, la flexibilidad, la creatividad eran ya indispensables y lo serán aún más en el nuevo escenario mundial. ¿Y qué pasará al regreso a las aulas? Lo que sucede siempre. Nuestros docentes desplegarán, una vez más, sus estrategias, habilidades y conocimientos para diseñar situaciones de enseñanza que permitan ir al encuentro de sus estudiantes. Allí en el punto en el que cada uno se encuentre para continuar su trayectoria escolar, única e irrepetible.
Y, por supuesto, disfrutaremos de los abrazos y las miradas, las risas y las voces. Y sabremos que hubo una vez en la que cada uno tuvo que aprender a cuidarse para cuidar de todos. Donde lo individual y lo colectivo se hicieron inseparables. Y que a pesar de la distancia, estuvimos juntos. Y que hicimos historia.