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Giorgio Armani: El Rey de la Elegancia Minimalista, una Vida Tejida en Hilos de Revolución y Legado

 

 

En el corazón de Milán, donde las pasarelas se convierten en escenarios de transformación social, Giorgio Armani no fue solo un diseñador; fue un arquitecto de la identidad moderna. Nacido el 11 de julio de 1934 en Piacenza, una modesta ciudad del norte de Italia, Armani creció en el caos de la Segunda Guerra Mundial, un período que lo marcó con lecciones de resiliencia y simplicidad. Hijo de un contable de una compañía de transportes, Ugo Armani, y de Maria Raimondi, una mujer enérgica que le enseñó el valor de «menos, pero mejor», el joven Giorgio soñaba con ser médico. Ingresó a la Universidad de Milán para estudiar medicina, pero abandonó tras dos años, atraído por un mundo más visual: la fotografía y la moda. Su servicio militar en un hospital de Verona en 1953 lo convenció de que su pasión no estaba en curar cuerpos, sino en vestir almas.

 

Armani irrumpió en la industria en 1957 como escaparatista en La Rinascente, el icónico almacén de Milán, donde ascendió rápidamente a comprador de moda masculina. Allí, aprendió no solo sobre telas y tendencias, sino sobre el pulso del consumidor. En 1961, se unió al estudio de Nino Cerruti, donde diseñó para la línea Hitman, perfeccionando su maestría en la sastrería. Fue un período de aprendizaje intenso: Armani freelanceó para casas como Allegri, Bagutta y Montedoro, absorbiendo influencias de la cultura japonesa y el desierto norteafricano, que inspirarían su paleta neutra y fluidos. Pero el verdadero catalizador llegó en 1969, cuando conoció a Sergio Galeotti, un dibujante arquitectónico que se convirtió en su socio vital y romántico. Juntos, en 1973, abrieron un estudio en el Corso Venezia de Milán, allanando el camino para su gran salto.

 

El 24 de julio de 1975, con apenas 41 años y financiado por la venta de su Volkswagen, Armani fundó Giorgio Armani S.p.A. Su primera colección de prêt-à-porter masculino para la primavera/verano 1976, presentada en la Sala Blanca del Palacio Pitti en Florencia, fue una revelación. Armani desestructuró el traje tradicional: eliminó hombreras rígidas, forros y estructuras, creando chaquetas suaves como camisas, con telas «femeninas» como la seda y el lino para hombres. «Fui el primero en suavizar la imagen del hombre y endurecer la de la mujer», declararía años después. Esta innovación no solo liberó la silueta masculina de la formalidad opresiva, sino que democratizó la elegancia, haciendo que la sastrería fuera accesible y cómoda. En 1979, extendió su visión a la mujer con una línea principal que fusionaba poder y fluidez, robando al hombre el «traje de poder» para empoderar a las profesionales.

 

Los puntos destacados de su carrera son un tapiz de hitos que redefinieron la moda global. En 1978, firmó un acuerdo innovador con el Grupo Finanziario Tessile (GFT), permitiendo producir lujo prêt-à-porter a gran escala sin perder control creativo. Esto impulsó su expansión: en 1981, lanzó Emporio Armani para un público joven y trendy, Armani Jeans para lo casual y Armani Junior para niños. Ese mismo año, apareció en la portada de Time como el segundo diseñador en lograrlo tras Christian Dior, consolidando Milán como rival de París. La década de los 80 fue explosiva: en 1980, su acuerdo con L’Oréal introdujo fragancias como Acqua di Giò, y su colaboración con Hollywood lo catapultó. Vestir a Richard Gere en *American Gigolo* (1980) –donde el actor selecciona trajes Armani en una escena icónica– no solo lanzó la carrera de Gere, sino que popularizó el «look Armani» en EE.UU., con ventas anuales superando los 2.000 millones de dólares para finales de los 90.

 

Armani no se detuvo en la ropa. En 1981, abrió su primera boutique en Milán; para 2009, tenía 500 tiendas en 37 países. Diversificó con Armani Exchange (1991) para el mercado masivo, accesorios, cosméticos y relojes. En 2000, lanzó Armani/Casa, extendiendo su estética minimalista a muebles y decoración, inspirados en el Art Deco y el modernismo asiático. Su incursión en hotelería con Armani Hotels en 2010, como el del Burj Khalifa en Dubái, fusionó moda y arquitectura, diseñando interiores con su sello de elegancia sobria. En 2005, debutó Armani Privé, su línea de alta costura en París, que en 2007 se transmitió en vivo por internet –el primer desfile de couture en hacerlo–. A los 70 años, Armani seguía innovando: en 2011, fue el primer diseñador de lujo en aceptar el Green Carpet Challenge de Livia Firth, creando moda sostenible con plásticos reciclados para ella y Colin Firth. Su compromiso ambiental incluyó eliminar pieles en 2016 y angora en 2021, ganando premios PETA.

 

La influencia de Armani en la moda es profunda y multifacética. Pionero del «total look», transformó la sastrería en un símbolo de empoderamiento andrógino, suavizando la masculinidad y fortaleciendo la femenina. Su minimalismo –colores neutros, siluetas fluidas– influyó en la cultura corporativa de los 80 y 90, haciendo del traje un uniforme de poder accesible. Revolucionó la pasarela al fusionar moda con cine: vistió más de 200 películas, desde *The Untouchables* (1987) con Sean Connery hasta *The Wolf of Wall Street* (2013). En los Óscar, entre 1996 y 2017, el 38% de los ganadores de actor principal y el 33% de actor de reparto lucieron Armani, incluyendo a Jodie Foster, Cate Blanchett, Viola Davis y Michelle Yeoh. Su impacto social fue pionero: en 2000, el Museo Guggenheim de Nueva York le dedicó la primera retrospectiva a un diseñador vivo, atrayendo 29.000 visitantes semanales y reconociendo su rol en el cambio cultural del siglo XX. Armani promovió la diversidad al prohibir modelos con IMC bajo 18 tras la muerte de Ana Carolina Reston por anorexia en 2006, y diseñó uniformes para atletas italianos en los Juegos Olímpicos de 2006 y 2012, así como para equipos como Chelsea FC y los Rabbitohs australianos. Como dueño único de su imperio –valorado en 8.100 millones de dólares personales en 2017 y con ingresos de 2.300 millones de euros en 2024–, Armani mantuvo la independencia en una era de conglomerados, inspirando a diseñadores como Hedi Slimane y Kim Jones.

 

Pero Armani trasciende la moda; su marca es un puente a la cultura, el arte y las personalidades. Curiosidades que revelan su profundidad: En 1996, su amigo Eric Clapton compuso canciones para sus desfiles y abrió dos tiendas Emporio Armani en Nueva York, mientras Armani hospedó una subasta de guitarras de Clapton en 1998. En 1980, Andy Warhol lo inmortalizó en un retrato pop art, vendiéndolo a GFT y uniéndolos en una amistad que introdujo a Armani en la vida nocturna neoyorquina. Su lazo con el cine es legendario: vistió a Lady Gaga en sus giras *Monster Ball* y *Born This Way*, y a Beyoncé en los Grammy 2007 y como rostro de Emporio Armani Diamonds. Otras estrellas como Sophia Loren, Nicole Kidman, Gwyneth Paltrow, Julia Roberts (en su boda con Tom Cruise en 2006) y Katie Holmes han desfilaron su elegancia. En el deporte, como dueño de Olimpia Milano desde 2008, lanzó EA7 con Reebok en 2004, inspirado en el futbolista Andriy Shevchenko. Armani/Fiori (desde 2000) ofrece arreglos florales en estilo ikebana, y Armani/Dolci (2002) chocolates y mermeladas con ediciones limitadas para Pascua, San Valentín y Ramadán, sin alcohol y con motivos islámicos.

 

En el arte, Armani fue más que mecenas: en 2015, participó como artista en el Paris Photo Public Programme con ACQUA #6, enfocada en el agua. Apoyó exposiciones como *Pier Paolo Pasolini: The Eyes of a Poet* en el MoMA en 1990, y en 2008 diseñó el traje de torero «Goyesco» para Cayetano Rivera Ordóñez en la Corrida Goyesca de Ronda, España. Su influencia cultural se extiende a la filantropía: embajador de la ONU para Refugiados en 2002, donó 2,2 millones de dólares a hospitales italianos durante la COVID-19 y convirtió fábricas en productores de equipo médico. En 2020, cerró desfiles al público por la pandemia, un gesto de respeto.

 

Hoy, con su fallecimiento a los 91 años, Armani deja un legado eterno. Su imperio, con líneas como Armani Privé y hoteles en Dubái y Milán, genera miles de millones y sigue evolucionando: en 2024, celebró 50 años con un desfile en Nueva York, fusionando retail, dining y residencias. «La moda debe vestir a la gente, no ser solo arte», dijo. Pero Armani fue ambos: un visionario que suavizó el mundo con hilos de elegancia, empoderando identidades y tejiendo la cultura global. Su partida cierra un capítulo, pero su estilo –atemporal, sofisticado– perdurará en pasarelas y armarios por generaciones.

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