La ciudad que forjó el sueño americano y el epicentro del capitalismo global ha encendido anoche una mecha de cambio radical. Con el 50,4% de los votos escrutados, Zohran Kwame Mamdani, un ugandés de 34 años nacido en el corazón de África, se ha coronado como el nuevo alcalde de la Gran Manzana. Su victoria no solo rompe moldes en la política neoyorquina, sino que reconfigura el mapa ideológico de Estados Unidos, elevando a un socialista demócrata —y el primer musulmán en el cargo— como baluarte contra las sombras del trumpismo.
El ascenso de Mamdani, un legislador estatal de bajo perfil que irrumpió en la escena con un mensaje de asequibilidad y justicia social, culmina una campaña de codos afilados. Derrotó al exgobernador Andrew Cuomo, que buscaba un improbable regreso tras su escándalo de acoso sexual en 2021, y al republicano Curtis Sliwa, en una contienda que polarizó a la urbe más diversa del mundo. Pero el verdadero telón de fondo ha sido Washington: el presidente Donald Trump, cuya ciudad natal es esta misma metrópolis de rascacielos y sueños rotos, no escatimó en veneno contra el candidato.
«Como comunista, no tiene ninguna posibilidad de éxito, ni siquiera de sobrevivir», tuiteó Trump en las semanas previas, avivando el fuego de su retórica incendiaria. No conforme con eso, el inquilino de la Casa Blanca escaló las amenazas: «Reduciremos al mínimo los fondos federales destinados a Nueva York si el candidato comunista Zohran Mamdani gana las elecciones». Palabras que resonaron como un eco de su primer mandato, cuando recortó ayudas a «santuarios» inmigrantes como esta ciudad. Sin embargo, los neoyorquinos, con su ADN de rebeldía forjado en protestas y multitudes, ignoraron el ultimátum. En las urnas del 4 de noviembre, el mensaje fue claro: la Gran Manzana no se doblega.
El auditorio del Brooklyn Paramount estalló en júbilo pasadas las 9 de la noche, cuando los primeros conteos proyectaron la victoria de Mamdani. Flanqueado por aliados demócratas y activistas de derechos palestinos —causa que él defiende con vehemencia, al punto de respaldar la orden de arresto de la Corte Penal Internacional contra el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu—, el alcalde electo subió al podio con la energía de quien acaba de ganar una batalla épica. Sus palabras, un cóctel de desafío y poesía urbana, cortaron el aire como un himno de resistencia.
«Trump, sé que estás mirando. Escúchame, sube el volumen…», lanzó Mamdani con una sonrisa afilada, pausando para que la multitud rugiera. «Si vienes a por cualquiera de nosotros, tendrás que pasar por encima de todos nosotros». La frase, un eco de las barricadas sindicales y las marchas por Black Lives Matter, provocó una ovación que hizo temblar las vigas del teatro centenario.
Pero Mamdani no se quedó en la confrontación. En un pasaje que conmovió hasta a los cínicos de Manhattan, evocó sus raíces: «Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes, una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes. Y a partir de esta noche, liderada por un inmigrante». Nacido en Kampala, hijo de intelectuales exiliados, Mamdani creció en Queens marcado por el islamofobia post-11-S. Su triunfo no es solo personal: marca un hito para los musulmanes y sudasiáticos de la ciudad, comunidades que por décadas han sido el motor invisible de su pulso económico.
Esta elección trasciende las calles de Nueva York. En un país fracturado por la era Trump, donde el socialismo se demoniza como herejía, Mamdani emerge como un faro para la izquierda progresista. ¿Resistirá las tijeras federales? ¿Transformará la «cuna del capitalismo» en un laboratorio de equidad? Por ahora, la respuesta late en las urnas: un 50,4% que dice «no» al miedo y «sí» a un futuro forjado en diversidad. Mañana, el mundo mirará.
























