Buscando la articulación correcta
Por Jorgen Sánchez
Conjeturar que nuestras instituciones están más orientadas a la captura de rentas que a la creación de riqueza como lo hicimos días atrás, no debe entenderse como desalentador al menos en principio. Como ha sostenido Enrique Dussell, filósofo de origen argentino miembro de la American Academy of Arts and Sciences, cuarenta o cincuenta años en el desarrollo de una nación es poco tiempo. En tal caso, conviene centrarse en lo que entendamos como los tractores de cambio de cara a lo porvenir.
Nuestras expectativas de futuro están influenciadas por presunciones sobre los efectos ulteriores de la crisis sanitaria y por las dificultades para anticipar la medida en que la política económica nacional contribuirá a superar la volatilidad macro que le es anterior. Ello definirá los impactos reales sobre los niveles de actividad en la región. Esta circunstancia a priori fuera de nuestro alcance, es un aspecto determinante de cualquier elucubración o ensayo de política pública con pretensión de influir en los niveles de actividad y empleo. Es a su vez, medida de la consistencia de eventuales propuestas.
En los escenarios de fricción y astringencia de recursos que enfrentaremos a mediano plazo, las acciones para promover capacidades productivas son necesariamente de tipo colectivas. De otra manera su factibilidad, efectividad e incluso su legitimidad quedarán limitadas a la publicidad. La innovación que ya es un fenómeno colectivo, dependerá de consolidar funciones propias del soporte de la actividad empresaria con proyectos concretos, en un ecosistema empresario real y capaz de promover, asistir y financiar nuevos proyectos. Los niveles de coordinación requeridos son un verdadero desafío para la acción pública.
Entre ellos la vinculación tecnológica. Efeméride celebrada días atrás evocando el legado de Jorge Sábato, sin dudas el tecnólogo más influyente de Latinoamérica. Suponerla hoy como soporte de la sustitución de importaciones como parece estar difundido, merece una revisión. Los escenarios post pandemia implican un serio esfuerzo exportador del que la región y su economía no estarán exentos. Aun cuando no se trate de mercados del exterior. Requiere converger el esfuerzo y capacidades de investigación y transferencia hacia los procesos de mercado reales en la región en procura de mejorar su productividad, o de explorar nuevas actividades. Es posible en la medida de la adecuación de los incentivos explícitos para ello.
El gobierno sin información limita seriamente las posibilidades que ofrece la articulación entre instituciones. Reduce a la retórica las políticas con pretensión sobre los niveles de actividad y empleo en cada región. Peor aún, expone a las instituciones públicas a intervenciones soportadas en preferencias por partidarias parciales, grupos de interés y clientelas que terminan malogrando el gasto público. Los estudios más difundidos en el siglo XXI sobre la desigualdad suelen identificar como su fuente a la concentración económica asociada a la globalización. Interpretadas acríticamente para explicar procesos locales, prestan justificación a una amplia gama de consignas proselitistas ocupadas en controlar el estado. Se hace necesario explorar la medida en que organizaciones estatales expuestas al clientelismo y la corrupción operan en el tiempo como fuente de desigualdad. La pretensión por controlarlo no apareja necesariamente la de cambiarlo. Cuando como hemos establecido, sus instituciones está orientadas a la captura de rentas y es esto lo que representa el desafío de cambio.