Opinión:»Liderazgo resultante» por Jorge Sánchez
Decía Ian Goldin de Universidad de Oxford días atrás, que tras la destrucción masiva los líderes al final de la segunda guerra mundial construyeron un orden mejor que el anterior que había desembocado en dos contiendas. Hoy finalmente presenciamos su ruptura tras la irrupción de la crisis sanitaria global. Se trata de la reedición del mismo desafío. Aun cuando los críticos puedan reputar de pretendidamente épica la aseveración, circunstancias y procesos diferentes no pueden distraer del hecho de que lo inexplicable como lo definió Alberto Levy de Universidad de Buenos Aires, ha de ser racionalizado por el liderazgo en cada lugar y en cada organización.
Las decisiones públicas no difieren de las privadas en cuanto a que persiguen la maximización del interés del decisor participando de procesos políticos por los que procura la disposición del electorado para acceder y permanecer en el poder que confieren los símbolos y recursos públicos. Se trata de una relación en la que los electores generalmente no acceden a información suficiente para controlar el cumplimiento de las promesas electorales mientras que los decisores públicos se enfocan en su sobrevivencia de corto plazo. De ello resulta entre otras cosas, que el uso de los recursos públicos queda expuesto a lo que se denomina riesgo moral por su factible uso en fines distintos a las promesas electorales y asuntos públicos. Por las mismas razones, los objetivos de largo plazo difícilmente capitalizables en una gestión y que atañen al desarrollo y la transformación sociales quedan relegados de la operación concreta.
La crisis sanitaria hemos comentado antes, va poniendo al desnudo un sistema político regional orientado a la captura de rentas. Sus instituciones ofrecen incentivos ciertamente distantes de la generación de riqueza por la explotación de oportunidades comerciales en mercados competitivos. Redistribuye recursos públicos de manera que opera incluso como una fuente de desigualdad. Más aún, enfoca la atención de los decisores públicos de manera preeminente sobre las coyunturas del corto plazo. Finalmente, sin controles suficientes sobre el uso de recursos públicos, el gasto queda expuesto al intercambio de favores, al gasto improductivo o simplemente corrupto. El resultado es como en el caso de la Provincia del Chubut en Argentina, el colapso de las finanzas públicas. Pero podría ser el de los gobiernos locales.
Liderazgos centrados en la inmediatez y sin controles efectivos dificultan su resonancia con necesidades y expectativas sociales, el cultivo de visiones compartibles por la sociedad y la legitimación misma de su desempeño. La visión es fácilmente reemplazada por la improvisación y se dificulta el cambio de las reglas sociales en un período histórico que exige con urgencia generación de alternativas y cohesión social.