Además de la práctica del esquí en el cerro Chapelco, la localidad cordillerana ubicada en la provincia de Neuquén permite disfrutar de la pesca, la caza deportiva, el montañismo, el andinismo, el rafting y el agroturismo, tanto en la temporada invernal, como en el verano.
Ubicada en plena cordillera y a la vera del magnífico lago Lácar, San Martín de los Andes desarrolló un permanente crecimiento que la llevó a convertirse en uno de los principales destinos turísticos de la Patagonia argentina.
Su emplazamiento urbano, de unas 14.000 hectáreas, es sede de la intendencia del Parque Nacional Lanín, una de las áreas protegidas más importantes de la Argentina y donde se desarrollan la mayor parte de las actividades vinculadas con el turismo.
Su entorno natural privilegiado permite vivencias relacionadas con la naturaleza, como pesca, caza deportiva, montañismo, camping, andinismo, rafting y agroturismo, entre muchas otras, que la ubican como uno de los sitios preferidos para los visitantes, tanto en la temporada invernal, como en verano.
Recorrer sus montañas cubiertas de densos bosques nativos, arroyos cristalinos y gran biodiversidad es, además de un regalo para los ojos, un bálsamo de mejor calidad de vida.
Está unida al resto del país por una completa red vial que permite acceder a la región desde distintos puntos, como la mítica Ruta 40 y el camino de los Siete Lagos, una de las maravillas de la zona. Por vía aérea se accede a través del aeropuerto Chapelco, distante a 22 km del casco urbano.
Las actividades para desarrollar en San Martín de los Andes son tan abundantes como diversas. Mientras que durante la temporada invernal la mayor concentración está en los deportes que tienen relación con la nieve y la excelencia de las pistas de esquí del Cerro Chapelco, durante el verano el abanico se abre hacia innumerables alternativas.
Una bicicleteada por la zona céntrica, por ejemplo, permitirá recorrer la calle San Martín, principal arteria de circulación, donde convergen la plaza principal, las oficinas de Turismo, el edificio municipal, la Intendencia del Parque Nacional Lanín y las oficinas del Correo y el Banco de la Nación Argentina, además de la mayoría de los comercios.
Por la misma senda se desemboca en el lago Lácar, donde impacta su espejo color azul intenso rodeado de montañas.
El sector, conocido como Costanera, es la puerta de acceso al Parque Nacional Lanín, ya que desde el muelle parten las excursiones lacustres a Quila Quina y Hua Hum, dos lugares donde la naturaleza impone el sosiego y el recogimiento y es posible realizar una serie de caminatas por distintos circuitos, como los miradores Arrayán y Bandurrias, y la cascada Chachín.
Las aguas del lago Lácar
El lago Lácar es uno de los imperdibles, con su desagüe hacia el océano Pacífico, y puede recorrerse a bordo de una embarcación, con la vista de los cerros Bandurrias y Abanico que enmarcan una panorámica de inusual belleza.
Las casi siempre mansas aguas son óptimas para practicar canotaje, kayak, velerismo, buceo y bicicletas de agua, que se pueden alquilar en el lugar, especialmente en el sector que ocupa el Club Náutico local, sobre la izquierda del muelle turístico.
Llegar hasta Quila Quina, caminar entre sus árboles añosos, asomarse a sus playas de piedra y arena de un espejo transparente invita al recogimiento, a llenarse los pulmones de aire puro.
El viaje dura aproximadamente media hora en barco, durante la cual se pueden disfrutar espléndidas vistas de los cerros circundantes, tales como el Abanico, el Colorado y la Piedra de Trompul, las playas del balneario y el camping de Catritre, junto a las casas pertenecientes a miembros de la comunidad mapuche que comercializa productos de sus huertas, venta de leña y artesanías, y la cría de ganado lanar.
La geografía del lugar conjuga de manera armoniosa el lago, la montaña y el bosque con un microclima de temperaturas que en verano alcanzan los 30º, ideales para el desarrollo de actividades al aire libre como caminatas, visitas a las pinturas rupestres, cabalgatas, paseos en bicicletas, pesca, náutica y excursiones en vehículos doble tracción.
Hua Hum es otro punto de sumo interés, hasta donde se puede llegar en barco o a través de una enripiada ruta 48, que conecta con Chile, en un paso fronterizo abierto durante todo el año.
Muy cerca al paso internacional, en las estribaciones de la denominada selva valdiviana y con especies vegetales únicas (lianas, epífitas, canelo, taique), el área concentra opciones turísticas tales como la pesca deportiva y la cercanía a otros destinos de interés como el lago y las termas de Queñi, la Cascada Chachín y el cruce hacia Chile.
Atravesando un verdadero túnel vegetal de cañas colihues y raulíes, se arriba a la playa de Yuco; una península de singular belleza, con bahías pequeñas de arena, rocas y aguas verdes cristalinas, rodeada de arrayanes e ideal para caminatas.
A doce kilómetros de Yuco, el lago Lácar se angosta y se transforma en el lago Nonthué, y a través del río Hua Hum ingresa a Chile para formar parte del lago Pirehueico.
Por allí ingresaba antaño la madera que constituyó una de las bases de la consolidación de San Martín de los Andes hasta que la protección de las especies llevó al cierre de los aserraderos y la reconversión del lugar en un destino turístico.
La experiencia imperdible del rafting por el río Chimehuin
Entre las opciones que ofrece San Martín de los Andes a sus visitantes está la posibilidad de realizar rafting por algunos de sus caudalosos ríos, entre los que se encuentra el Chimehuin, con una dificultad calificada como Grado 2+.
Se trata de una navegación en un gomón por rápidos sencillos con cauces amplios y fácilmente divisables, que a veces requieren de pocas maniobras para esquivar obstáculos, y que se realizan mayormente con acciones controladas.
El río Chimehuin está cerca de San Martín de los Andes, y la aventura comienza después de dejar atrás Junín de los Andes, hacia el oeste, donde la silueta del volcán Lanín domina el paisaje.
Una vez en la base del río, ya provistos de trajes de neoprene, cascos y chalecos y luego de una charla técnica sobre cómo comportarse sobre el bote y las condiciones de seguridad, es tiempo de iniciar la aventura.
La bajada por el río tiene una duración de más de una hora y media, transitando el rápido de Sauce, la boca del Lobo, el pozón de las Viudas, la pared del Viento, la herradura y el canal.
Con el agua fría salpicando y empapando a los aventureros en cada obstáculo, incrementando la adrenalina, también están los tiempos de relativa calma que dejan una ventana abierta a la apreciación del bellísimo paisaje.
Atravesar los rápidos remando en forma conjunta y coordinada con el resto del equipo a bordo es una experiencia básicamente divertida, con la única complicación de terminar totalmente mojado por las frías aguas del Chimehuin y tener que permanecer así hasta el regreso a la base, donde después de un cambio de ropa, se degusta una nutrida y caliente merienda.
La casa de té más antigua de la Patagonia está en San Martín de los Andes
A tres kilómetros de San Martín de los Andes se encuentra uno de los lugares más encantadores de esta ciudad: la casa del té Arrayán, construida en madera de ciprés y emplazada en la ladera de un antiguo camino de montaña que va hacia Bariloche, donde destaca la vista inigualable del azul y enorme Lago Lácar que se aprecia desde su terraza y ventanales.
Considerada como la casa de té más antigua de la Patagonia, se llega hasta allí en auto o caminando en modo trekking a través de un circuito sencillo que, además, posee varios miradores donde sentarse a contemplar la ciudad, el bosque autóctono y el lago.
El local, amoblado con mesas de madera y sofás, al abrigo de una chimenea que se instaló para su inauguración en 1936 de la mano de la inglesa Renée Dickinson, ofrece una variedad de veinte tés que se elaboran en el lugar con productos de la zona.
Dickinson se enamoró de este lugar por sus impresionantes vistas a la cordillera de los Andes, y fue tal el impacto que generó en ella el paisaje que quiso instalarse con un salón de té que, desde esa época, conquista comensales con sus platos cocinados a leña, tanto dulces como salados.
La construcción de la casa, que se inició en 1936 -un año antes de la creación del Parque Nacional Lanín- y finalizó tres años después, estuvo a cargo del arquitecto Cullen, discípulo de Alejandro Bustillo, y fue declarada patrimonio histórico, arquitectónico y cultural en 1995.
Además de la casa de té, Arrayán cuenta con un sendero para pasear entre cuidados jardines, bosques de pinos, robles y cipreses, entre otras especies.
El recorrido tiene una duración aproximada de unos 20 minutos -muchos lo realizan mientras esperan su reserva- y permite apreciar la primera casa de Renée Dickinson, un anfiteatro natural, y el lodge de la propiedad.
Fuente: Télam